Cómo conseguir seguidores en FAES y en Lavapiés
y no morir en el intento.
Manuel Jabois es sinónimo de
controversia. Dejando de lado a sus followers,
que a juzgar por las ventas de sus libros deben ser legión, el columnista de El Mundo
tiene dividida a la opinión pública entre quienes piensan que está hecho un
facha de armas tomar y quienes le denuncian por bolchevique. Un tuit suyo habla
de hecho sobre una eventual quedada entre ambas tribus, ambas facciones de
detractores. «Va a ser como un partido entre discapacitados y golpistas»,
indicaba cuando por el mes era de mayo.
Cuando hace la calor, en el
arranque de agosto de 2013, escribí a Jabois porque buscaba hacerle algunas
preguntas sobre su último libro, Manu,
una crónica de la paternidad escrita en primera persona, algo así como la
consumación del periodismo gonzo: tener un hijo para contarlo. Las semanas
pasaron, sin embargo, tras el verano vino el otoño, Manuel no contestaba o me
daba largas. Tenía entendido que estaba tratando con un auténtico rockstar del
periodismo, una profesión donde la velocidad viene a ser el equivalente
futbolístico a distinguir la camiseta de tu equipo, a tener una raqueta para
darle a la bola de tenis, así que tampoco insistí demasiado en el tema. En
nuestro camino de se interpuso una bandeja de salida que no se la salta ni la
CIA, el demonio maligno de la técnica que vuelve a la carga, se come tus
deberes y manda muchos mails fantasma, pero finalmente conseguimos entendernos.
Hay que decir que lentos para
algunas cosas somos ambos. La entrevista me la envió a finales de septiembre.
La he mantenido en una situación macerada por razones externas a mi voluntad. Disfrutad,
no obstante, de este vino añejo.
Jugando la banda aparte.
El carácter anfibio de Jabois,
esa capacidad de cosechar seguidores tanto en FAES como en Lavapiés, puede
ilustrarse mencionando simplemente quién edita sus textos. A un lado del ring
está Pedro Jota, el periodista más molesto que han tenido la mala suerte de
padecer los gobiernos de España desde la Transición; su periódico ha hecho más
por la caída de los ídolos, por el descrédito de la casta política que quince
asambleas del 15-M. Ayer fue Felipe González y los GAL. Hoy Mariano Rajoy y el
caso Bárcenas. En la esquina opuesta tenemos Pepitas de Calabaza, el sello
donde Jabois publica sus libritos, cuya línea editorial claramente libertaria,
un referente dentro de la izquierda contracultural, ecologista y anti-Estado,
que seguro que consultan los haters
de Orbyt.es.
Que por el monte corran las
sardinas, tralará, que Manuel Jabois
figure en un catálogo que incluya títulos como La abolición del trabajo, autores como Lewis Mumford o Miguel
Amorós, que los extremos en política puedan llegar a tocarse o que Pedro Jota
sea el nuevo antisistema solo puede resultar sorprendente para los ideólogos
cegados y con carrera de partido por delante. Como me responde Jabois a la
pregunta: este jugar a varias bandas, ¿cómo se lleva? «Yo juego en mi banda,
como mis compañeros de El Mundo, que son cada uno de su padre y de su madre.
Escribo sin organizar el universo por militancias, menos aún colectivas. Tanto
a Pepitas de Calabaza como a mi periódico les importa por encima de la
ideología, la calidad. Ser bueno es una idea brillante, un programa electoral
magnífico para ir por la vida.»
Siguiendo esta misma línea de
razonamiento, Jabois también desdeña el autoanálisis ideológico, esa manía de
encuadrarse uno mismo bajo una bandera prestada, esa voluntad de apuntarse
voluntario a los comprometidos por la Causa, tan próxima muchas veces del
dogmatismo y las ganas de tener la verdad a toda costa, dando conejo por liebre
en la argumentación normativa. En sus propias palabras: «No me veo a mí mismo
ideológicamente —quiero decir que no me estudio— porque aunque de vez en cuando
expreso claramente mis ideas, o me burle de ellas y de las de otros cuando se
van a extremos, no creo que lo que yo piense sea mejor que el que piensa lo
contrario.»
La clave del éxito —me susura
Jabois por lo bajini— el truco que
tiene para escribir a diario, facturar un libro cada dos años, tener tiempo
para hacer performances (véase su paso por el festival Primera Persona), recibir
premios y perder trenes —como cuenta en Manu—
sin perder el juicio en el intento, es bien sencilla: «Me cuesta escribir para
mi». Wikiquotes nos informa que la cita «Un escritor es alguien para quien
escribir es más difícil que para los demás» la escribió —suponemos que con
esfuerzo— Thomas Mann. Tomando por evidente que escribir consiste en entregarse
a los demás, exhibirse hasta el límite de la alteración del orden público,
hacer algo casi delictivo, Jabois confiesa que Manu «es un libro escrito para mi con el que certifico un fracaso:
solo he podido hacerlo teniendo la certeza de que lo leerían otros». En cuanto
al motor inmóvil de esta pasión (¿acaso lo dudaban?) es la vanidad pura y dura.
Sobre la paternidad escribe
Jabois: «Es un acto egoísta, supongo que como todo, y un ejercicio de vanidad
el convertirla en un libro para llevarlo a otras casas». ¿Y el propio libro?
«Un dietario fácil», declara, «escrito de una manera muy rápida para que de
alguna manera quede por escrito algo que no devorará la humanidad». Con
escritores así, ¿quién quiere críticos?
«La ficción me seduce como una milf.»
Hablamos de su prole, Manuel
Jabois Junior. Los medios que leerá (¿conseguirá interrumpir Jeff Bezos la
sangría actual de la prensa?), el mundo en qué vivirá (llegar a la mayoría de
edad en 2030, dadas las expectativas ecológicas de este siglo, no suena muy
bonito que digamos), el himno de fútbol que coreará (no hay discusión: el Alá
Madrid, dice el padre). Manuel Jabois El Viejo es optimista (aunque el optimismo,
como reza un chiste de la tercera temporada de Homeland, consista muchas veces en saltar desde un rascacielos
repitiendo hasta dar con el suelo: «Todo va bien por el momento»). El hijo de
Jabois leerá en digital, claro. «Pero me gustaría que reservase los momentos
más aristocráticos del mes para darse un homenaje con alguna vieja publicación
de papel que haya ofrecido resistencia.» Saludos desde el pasado a los
resistentes.
También hablamos de su novela. El
columnista ha anunciado varias veces su esperada y demorada aparición narrativa
en sociedad. Antes de fichar por El Mundo,
Jabois estuvo colaborando para distintas publicaciones periódicas, haciendo
crónicas personales y comentarios de actualidad; Irse a Madrid (Pepitas de Calabaza, 2011) recopila algunas columnas
suyas. En todas ellas transpira una cadencia estilística que parece encorsetada
por los límites de la realidad, está llamando a la puerta de la ficción y
reclama mayor amplitud de posibilidades narrativas. No obstante, Jabois no
suelta prenda. Pero sí sentencia: «La ficción me seduce como una
milf: siempre estoy pensando en ellas pero nunca me atrevo a invitarlas a una
copa».
Esta conversación iba a tratar en
principio sobre la paternidad. Que conste que yo quería ensalzar la figura
paterna moderna, ese producto de marketing que Cesar Rendueles tan bien
diseccionó en cierto artículo, para el cual están destinados los anuncios
rositas. Pero Jabois es más rústico. Contempla «la paternidad en el siglo XXI
como en la Antigüedad: un señor despejando espermatozoides y trayendo bisontes
a casa para que el retoño crezca.» Quizá sea gracias a la descripción de los
elementos contextuales del embarazo que Manu
ha sido celebrado como uno de los libros mejor escritos desde la paternidad, a
la altura de su homólogo por parte de madre, Nueve Lunas de Gabriela Wiener. Pues estamos ante una narración
donde la profesión del padre ocupa casi todo el texto, señalando su posición
periférica, la importancia de ganarse la vida y provide for the family, como diría Walter White. Lean la entrevista completa —por Zeus— antes de llamarle heteropatriarcal por esto último.
[Entrevista]
Ernesto Castro: Antes del verano apareció Manu, un libro sobre un escritor que
tiene un hijo. Tú mismo eres el personaje principal de una historia donde tu
profesión de periodista llega a cobrar mayor protagonismo incluso que el
embarazo o el parto de tu mujer. En España se han escrito algunas novelas
geniales sobre la maternidad, como Nueve
Lunas de Gabriela Wiener, pero Manu quizá sea un ejemplar primerizo de
un formato todavía sin explorar: el relato en primera persona del devenir padre
de individuos irónicamente patriarcales y hasta viriles. Dime, ¿ves
posibilidades comerciales en el género? Manu
desde luego se vende como churros. Algunas preguntas habituales, solo para
hacer canon del tema: ¿cuales son tus referentes literarios?, ¿cómo hallas la
paternidad en el siglo XXI? Y aún más importante, ¿cuando sacas tu opera prima
de ficción? Por las páginas Manu
ronda tu esperada y demorada aparición narrativa en sociedad. ¿Te has puesto
manos a la obra con ello?
Manuel Jabois: No creo que sea un género en sí
mismo más allá que un dietario fácil, escrito de manera muy rápida para que de
alguna manera quede por escrito algo que no devorará la humanidad, pero sí
espero que un par de generaciones familiares que vengan detrás de mí. Es un acto egoísta, supongo que como todo,
y un ejercicio de vanidad el convertirlo en libro para llevarlo a otras casas.
Me cuesta escribir para mí, pero este libro es un libro escrito para mí con el
que certifico un fracaso: sólo he podido hacerlo teniendo la certeza de que lo
leerían otros. En cuanto a la paternidad, la veo en el XXI como en la
antigüedad: un señor despejando espermatozoides y trayendo bisontes a casa para
que el retoño crezca. La ficción me
seduce como una milf: siempre estoy pensando en ellas pero nunca me atrevo a invitarlas
a una copa.
EC: Y otro interrogante convencional:
¿cómo ves el mundo (en minúscula) que heredarán tus hijos? Quiero decir, en 2030, cuando Manuel Jabois Jr. alcance la mayoría de
edad, la tasa desempleo juvenil no estará —espero— en el 60%, pero las
cuestiones migratorias y ambientales seguirán sobre la mesa, asuntos públicos
que no visitas a menudo en tus múltiples columnas de opinión, por cierto. ¿Hay
vida periodística inteligente más allá de Bárcenas & co.? Y al filo de
esto último, ¿alguna profecía sobre los periódicos que consultará Manuel Jabois
Jr.? Ya sabemos su equipo de fútbol, el Real Madrid. Pero todavía ignoramos si
Jeff Bezos o alguien así parará la sangría actual de la prensa. Para cuando la
décima del Real, ¿seguirán vivos los diarios en papel, esa especie en peligro
de extinción, o la Tierra será cosa de los bloggeros?
MJ: Soy optimista. Mi hijo conocerá un
mundo mejor que el mío de la misma manera que yo, desde luego, he conocido un
mundo mejor que el de mi padre. Leerá en tableta, indiscutiblemente (si la
tableta llega y no se inventa nada nuevo), pero me gustaría que reservase los
momentos más aristocráticos del mes para darse un homenaje con alguna vieja
publicación de papel que haya ofrecido resistencia. En el futuro habrá blogueros,
periodistas y hasta zapateros. Los oficios permanecen y mejoran como oficio, no
sé ya si como medio de vida.
EC: Hablando del presente y del futuro,
hace poco estuviste invitado en la última edición del primera persona, un
festival interdisciplinar donde la literatura comparte espacio con la cultura
urbana y la música popular (este año trajeron a unas punkrockers octogenarias y
feministas que son la hostia: The Raincoats). Y allí estabas tú, en tierra hostil, rodeado de cubiletes y pelotas del
Barça, contando una historia sobre una noche que estabas borracho, si no
recuerdo mal. Me encantó. ¿Consideras profundizar en el performance como
formato creativo en el futuro? Eres bueno, tío, de veras.
MJ: No, en absoluto. Mi exhibición es en
el folio y me parece suficiente. Encima de un escenario yo lo único que hago es
el ridículo. Luego puedo hacerlo con peor o mejor estilo, pero el rídiculo
totalmente. Te lo aseguro. Vi las caras de ese público y mientras aplaudían y
reían pensaban exactamente lo mismo que yo.
EC: Manu
es el segundo volumen que sacas con Pepitas de Calabaza, según su página web,
"una editorial con menos proyección que un cinexin", conocida por sus
libros de crónicas (este noviembre publican Alpinismo
Bisexual de Simón Elías Barasoain con un epílogo tuyo), pero cuya linea
editorial se encuentra orientada sobre todo hacia el anarquismo y la
contracultura. Entre autores como Lewis Mumford o Miguel Amorós y títulos como La abolición del trabajo, los cuales
suscitarán seguro la sospecha de tus compañeros de El Mundo, se hallan
dos libros tuyos. Este jugar a varias bandas, ¿cómo se lleva?
MJ: Yo juego en mi banda, como mis
compañeros de El Mundo, que son cada uno de su padre y de su madre. Escribo sin
organizar el universo por militancias, menos aún colectivas. Tanto a Pepitas de Calabaza como a mi
periódico les importa por encima de la ideología, la calidad. Ser bueno es una
idea brillante, un programa electoral magnífico para ir por la vida. No hablo
de mí, naturalmente. Aunque con algún artículo lo piense, como diría
Manquiña.
EC: En Twitter decías hace unos meses:
"Tengo que presentar a los que me llaman facha y a los que me llaman
bolchevique. Va a ser como un partido entre discapacitados y golpistas." A caballo entre la toma del Palacio
de Invierno y el golpe de Estado del 36, ¿hay alguna posición ideológica
intermedia que puedas decir tuya? Como columnista respondón eres insuperable,
como tantos otros retratistas de costumbres cortesanas que habitan las páginas
de El Mundo, pero muchos nos preguntamos qué ideología concreta o que
principios distributivos secundas más allá de estar a la contra de los
poderosos, de los corruptos, de los ineptos y del gobierno.
MJ: Yo escribo una columna casi todos
los días de la semana y desde hace mucho tiempo. Es imposible, leyéndome, que
alguien no sepa qué pienso de la sanidad y educación pública, de los
nacionalismos o del aborto, por poner tres ejemplos que mucha gente ansiosa
utiliza para meter a alguien en el rebaño.
No me veo a mí mismo ideológicamente –quiero decir que no me estudio- porque
aunque de vez en cuando expreso claramente mis ideas, o me burle de ellas y de
las de otros cuando se van a extremos, no creo que lo que yo piense sea mejor
que el que piensa lo contrario. Salvo los límites del sentido común, claro.
La defensa del débil o reconocer que al Madrid le perjudican los árbitros son
cosas que no pueden estar nunca en un debate público por obvias.
Tanto rollete para evidenciar lo ya evidente, la galleguidad bien asumida por Jabois.
ResponderEliminarno olvidéis que Alma no sólo tiene un blog: tiene un blog, una escuela, una tienda y encima ha escrito dos libros (que el trabajo no acaba en escribirlos o en las negociaciones sino en la promoción que hay también luego detrás en firmas, etc.) y ha grabado un programa de Divinity.
ResponderEliminarO sea, que vosotras no tenéis que pasar 12 horas delante del ordenador. Pero lo que tampoco vale es no hacer nada y querer tener un blog así de leído. vikingpressagency.com/que-es-el-marketing-digital-y-cuales-son-sus-ventajas/
Extraña entrevista, con preguntas casi siempre más largas que las respuestas. ¿Entrevistado callado o poco interesado, o entrevistador demasiado locuaz?
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