No suele haber mucha variedad
estilística en los ensayos sobre fenómenos artísticos contemporáneos.
Invariablemente tenemos que calzarnos o bien volúmenes de teoría en vena o bien
catálogos de curiosidades periodísticas. Paradojas de la vida, los primeros
suscitan en general un entusiasmo estudiantil por aquello que nunca llegaremos
a entender; los segundos aburren más que una sesión plenaria del Consejo
Europeo. Viene siendo algo propio de los libros sobre el presente inmediato el
oscilar de continuo entre una descripción actualizada que nada tiene que
aportar salvo listas de nombres y una teoría incrustada sub speciae aeternitatis sobre los mismos ejemplos de siempre.
Parece que información novedosa y capacidad de teorización son monopolio
exclusivo de las monografías sobre el pasado, ese país lejano donde las
restricciones de información y los sesgos hacen que todo nombre en latín sea
dicho como la primera vez. ¿Estamos condenados entonces a vagar sin rumbo entre
El tiburón de 12 millones de dólares,
la investigación hecha por John Thompson contra Sothebys, y Ojos abatidos, la lección de jerga y
teoría francesa escrita por Martin Jay?
La reciente traducción de El complejo arte-arquitectura permite
ver las limitaciones de semejante dicotomía en tanto que el libro de Hal Foster
parece resumir los defectos habituales de ambos enfoques sin la suerte de
heredar también sus virtudes. A primera vista cualquiera diría que estamos ante
un sesudo ensayo teórico como parece indicar el modesto (a la par que selecto)
volumen de nombres propios que maneja Foster, una docena entre arquitectos y
artistas plásticos vinculados, según dice el propio, con aquello de levantar
edificios. Conforme seguimos leyendo nuestro ejemplar hallamos que Foster reflexiona
sobre cuestiones arquitectónicas mediante un conjunto de artículos
desconectados entre sí cuyo contenido mantiene a veces una relación distante
con el propósito inicial: seis de once capítulos se dedican a informan (sin
profundizar demasiado) sobre la existencia de figuras individuales que
cualquiera interesado debería conocer a esta altura; la mitad del libro versa
sobre artistas sin conexión evidente con la arquitectura como son Flavin o
McCall (tampoco contribuye mucho a la causa que Foster mencione el tamaño
enorme que requieren sus proyecciones en la oscuridad para justificar la
conexión de este último artista con la arquitectura en general); y para
terminar en algún sitio, los apuntes mínimos de teoría andan dispersos entre
paréntesis («Es un giro curioso que, en
tanto que muchos artistas ya no recurren a la naturaleza inspirada del dibujo,
muchos arquitectos insisten en hacerlo. Han aprovechado la vieja leyenda del
artista como visionario creador de imágenes», señala el ensayista para
hablar de la obsesión de Norman Foster hacia sus bocetos manuales.)
Es verdad que el término complex que aparece en el título sugiere
una lectura política del estrellato arquitectónico contemporáneo que hace
aparición unas cuantas veces en el texto, como cuando Foster denuncia la
equivalencia que establecen los ideólogos de la obscenidad monumental entre la
transparencia de los materiales de construcción, cristal sobre todo, y la
transparencia de las instituciones alojadas dentro de tales edificios. Sobre
las cúpulas de Norman Foster escribe en tono irónico: «una reunión política se convierte en una diversión para los
espectadores; un distinguido museo en una maravillosa exposición de si mismo en
el British Museum». Resulta curioso, no obstante, que Foster nunca vaya más
allá de criticar esta suerte de retórica abultada, que apenas aparezcan en su
discurso palabras como gentrificación
que tal vez hubieran permitido explicar el boom
de museos y rascacielos con cierta pretensión artística. Foster desempeña aquí
el papel del crítico artístico que disciplina a los artistas en su excéntrica
ignorancia sin llegar nunca a ofrecer el saber que podría explicar la
situación. Supongo que también son gajes de descuidar los avances recientes en
análisis urbanístico.
Publicado originalmente en A*Desk. 15 de Noviembre de 2013.
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