4 de diciembre de 2013

Miscelánea (I)

La filosofía política suele dividirse —grosso modo— entre quienes están por el consenso (y por tanto analizan la resolución de conflictos) y quienes no (y por tanto avivan el fuego en las calles). Yo me sitúo en los márgenes de la política freak (por si no se habían percatado todavía). Y este mes el protagonista de la política marginal, ideales suscritos por cuatro mataos, ha sido el movimiento reaccionario contemporáneo. A grandes rasgos sus adalides suscriben principios libertarios, salvando que dan por sentado la existencia, la necesidad o el carácter inevitable del Estado, y por tanto prefieren estar gobernados por aristocracias naturales supersabias (à la Platón) antes que por demagogos inexpertos elegidos a través del voto. Scott Alexander intentó refutar los presupuestos empíricos de esta inclinación absolutista y autoritaria que, según parece, prende como la mecha entre ciertos geeks. Las respuestas son legión.

Va a parecer que tengo manía a Julianna Barwick. Ya echamos pestes sobre su disco Nepenthe, una cosa mala para la vida y para el oído, ecos lejanos para hacer yoga o ascender en ascensores, o algo. Una entrada gratuita a la lista de los mejores discos de B*tchfork Magazine. Una metida de pata. Resulta que también están abducidos por esta pava en F*gMag. No se explica si no por qué encargan y aceptan este Mix414 de Barwick. Sin lugar a dudas su peor mezcla del año, lo que me demuestra el repertorio de lugares comunes, vendidos como referentes personales, que maneja esta señora. Hasta el redactor se sorprende: it’s certainly been a while since we heard Dylan in a FACT mix, that’s for sure.

Juan Ramón Rallo responde a las acusaciones formuladas por Jose Luis Ferreira contra la escuela austriaca en su librito Economía y pseudociencia. Ferreira considera que los austriacos son unos vendebiblias porque, entre otras cosas, sus teorías son infalsables y sus argumentos carecen de formulación matemática (también existen versiones para dummies de estas objeciones). Ramón Rallo tampoco quiere meterse en harina, pasa de puntillas sobre el asunto de la confirmación empírica, y refuta los ataques sobre la influencia y el dogmatismo de la escuela. Dejando entre paréntesis la lucha entre Don Quijote y los molinos, pues tanto el ataque como la defensa incurren en la falacia del hombre de paja, los links del texto conforman una documentación imprescindible sobre la extendida influencia de Hayek, Mises y Rothbard. Los polos opuestos quizá no se atraigan, pero tampoco están tan opuestos.

Tiene gracia. Analizan el cerebro de unos adolescentes (el mayor de los cuales tiene 22 años) y confirman estereotipos sobre las habilidades sociales de las biomujeres por oposición a las facultades perceptivas de los biohombres. Qué esperaban. Lo mejor viene cuando vemos que las conclusiones descansan sobre ciertos mitos acerca de la división de las funciones cerebrales en hemisferios especializados (hay muchas variantes del relato, algunas sexistas de suyo, así que recomiendo asear las ideas con "The Split Brain Revisited" de Michael S. Gazzaniga: uno de los padres de la teoría vuelve sobre sus pasos 35 años después).


Natxo Medina reflexiona sobre el componente meritocrático en las letras de Lorde. Esta chica de 17 años ha saltado a la palestra mediática como la adolescente más prometedora de 2013. Sus contratos millonarios y sus canciones electrizantes, la versión mediaclasista de FKA Twigs, deberían bastar para avalar semejante distinción, pero Medina prefiere comprender su meteórica trayectoria desde las coordenadas de nuestra situación económica actual. Lorde encarna a la working class hero, dice Medina: esforzada en el trabajo, discreta en los media, frugal en su consumo. Los únicos cadillacs que Lorde conduce están en sus sueños. «I've never seen a diamond in the flesh», dice en Royals. Hasta aquí todo bien con el working middle class. Ahora bien, ¿dónde quedó la heroicidad en todo esto? ¿Acaso Lorde entona las loas del triunfo empresial? Al contrario: nada tienen que ver sus tracks con los nuevos prometeos comerciales y los self-made teenagers de Silicon Valley. Su mensaje interpela en todo caso a los hijos de clase media que saben que su calidad de vida será igual o peor que sus padres. Y ahora dicen que tampoco les importa demasiado. Léase la fábula de la zorra y las uvas para entender los motivos psíquicos de este espíritu posconsumista, o crúcese los dedos rezando que —por favor— el rechazo de la ostentación oligárquica desclasada llegue a ser algo más que simple y llano postureo.

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