Dicen las malas lenguas
que la Fundación Miró es el segundo centro de arte que más visitas
recibe en España después del Museo del Prado porque tiene un pacto
faústico con las agencias de viajes y con las rutas escolares, que
no paran de fletar autobuses en dirección a Montjuïc. De este modo,
el lugar que ocupa la fundación respecto de la economía política
de Barcelona (instrucción pública + turismo de masas) es el mismo
que ocupó el pintor respecto del franquismo: un lugar apartado y
acastillado, pero en última instancia cómplice con la situación.
Esta simbiosis se volvió
a mostrar el pasado jueves en la inauguración de Prophetia,
una exposición colectiva comisariada por Imma Prieto sobre las
“bases filosóficas e ideológicas de Europa”, que según ella
son “el rapto, la correspondencia o la reciprocidad y la
responsabilidad”, una mezcla de mitología de la ESO y wishful
thinking diplomático lo
bastante vaporosa como para poner juntas churras y merinas, 24
artistas que nada tienen en común salvo haber nacido en el viejo
continente. Aceptamos Río de Janeiro, donde nació Luiz Simoens,
como viejo continente.
300
personas hicieron cola el jueves para asistir a la performance de
apertura, que consistió en hacer estallar copas de vino tinto
emitiendo un pitido fuerte y agudo, que a punto estuvo de perforarnos
el tímpano. Tal sordera hubiera sido una metáfora muy bonita del
momento. De no ser por las bebidas y canapés que sirvieron los
organizadores, la prueba del algodón de este tipo de eventos, que en
esta ocasión fueron unos discretos picolines con cerveza, cualquiera
diría que el arte contemporáneo goza de buena salud por estos
pazos.
Pero
a veces los fallos son aciertos. Una de las piezas conceptualmente
más interesantes de la exposición, el reloj de pared de Pelayo
Varela, cuyas manecillas van arañando unos extractos de la carta de
los derechos de autor a nivel europeo, una reflexión sobre la
erosión de la propiedad intelectual con el paso del tiempo, no tenía
pilas la noche del estreno, con lo que se convertía en una pieza aun
más interesante. Una alegoría del dontancredismo que caracteriza a
los gobiernos europeos, que confunden la falta de voluntad con el
laissez faire y el
liberalismo con la impotencia: un reloj quieto, igual que un
presidente que no hace nada, al menos acierta a dar la hora bien dos
veces al día.
Un
tema recurrente de la exposición es el E pluribus unum,
la unidad en la pluralidad que ha caracterizado al continente desde
la caída del Imperio Romano hasta nuestros días, en que las
diferencias religiosas, idiomáticas o simplemente administrativas
siguen siendo un motivo para inventarse tradiciones nacionales y
levantar fronteras estatales. Hablamos de sentir los colores. Chus
García Fraile presenta una vidriera, Cuestión de fe,
donde las teselas son banderas de distintos países, que forman un
mosaico tan colorido como carente de sentido más allá de las
pasiones puntuales (agonísticas y dialécticas) que despiertan.
Daniel G. Andujar recorta en un círculo el escudo de la RDA, un país
que fue literalmente anexionado tras la caída del muro de Berlín,
en una clara referencia al motivo central de la bandera nazi. Y Nuria
Güell, una sospechosa habitual en este tipo de propuestas
políticamente comprometidas, expone una carta formal donde reclama
la condición de ciudadana apátrida.
Entre
las obras descontextualizadas, que son demasiadas como para
enumerarlas todas, destaca el McGuffin de la muestra: un vídeo de
Anri Sala sobre el prestigio que tiene la Unión Europea en países
como Albania. También cabe señalar Blinda,
de Jorge García, unas palabras de neón sobre una valla enrollada
que refieren la peculiar relación que mantiene la OTAN respecto de
la UE en tanto que gigante económico, enano político y gusano
militar. Y la torre inclinada de libros pintados de negro que muestra
Avelino Sala, una continuación de sus trabajos sobre la literatura
como trinchera, en la estela de los combates que tuvieron lugar en la
Complutense durante la Guerra Civil, rematando el asunto en este caso
con una figura de plomo y un grafiti que reza Sapere aude!,
la llamada a atreverse a aprender de la Ilustración alemana.
Rematando
rápidamente y resumiendo muchísimo, Prophetia es
una buena muestra de las diferencias abismales que existen entre los
países que forman la Unión Europea, diferencia que en este caso se
evidencia en la irrelevancia de los artistas extranjeros en
comparación con los locales, fruto del mucho abarcar y poco apretar
que marca de fatalidad al comisariado de Imma Prieto. Estamos ante
una amalgama apresurada de algunos de los nombres (llamémosles
emergentes) que han marcado la agenda artística de lo que va de
siglo. Una suma de individualidades que solo alcanza a profetizar la
genialidad o la incompetencia que cada uno tenga en solitario.
Buenas, Ernesto. Una pregunta que no viene a cuenta del post: ¿qué libros de derecho marxista recomiendas? Si mencionas también alguno de naturaleza introductoria, mejor.
ResponderEliminarGracias de antemano!
Perdón por responder tan tarde, pero es que este blog no lo consulto desde que me abrí el Tumblr. Para futuras consultas o conversaciones, escríbeme mejor a mi mail (taunesco@gmail.com) o a través de las redes sociales (Tumblr, Facebook, Twitter). Por lo pronto te recomiendo La función revolucionaria del derecho de Stucka y La teoría general del derecho y el marxismo, de Pashukanis. Se pueden encontrar en internet. Que los disfrutes.
EliminarHace más Eurocrem por la UE que la propia UE. https://twitter.com/emotivnaluda_/status/530073891369390080
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