13 de junio de 2013

Premisas y conclusiones

Así no,
mirando a
Parla.

Tranquilos, ya ha pasado todo. Hace unas semanas tuvimos armada La-De-Dios-Es-Cristo con motivo de la novísima prostitución del espacio público barcelonés. Pero ahora todo ha vuelto a la normalidad. Tras varias décadas vendiendo la metrópoli a precio de coste, derribando y volviendo a construir barrios enteros, abriendo plazas duras para el esparcimiento del guirigay y sus congéneres, el Ayuntamiento dictaminó que era el turno de la Estatua de Colón en esta romería de la infamia. De los productores de auténticos éxitos de taquilla como «Poblenou: barrio de vacaciones, yuppies y rascacielos» llegaba entonces el resplandeciente y magenta y animoso «Cuando los españoles llegaron, Messi todavía estaba allí». En efecto, hace unas semanas, sin mediar palabra alguna y sin cortar ninguna cinta, amaneció con una sotana del FC Barcelona el descubridor de las Indias Orientales. Y las personas que tienen las manos como pegadas a la cabeza —tan indignados ellos— pusieron el grito en el cielo. —¡Piensen en el Espanyol!, decían. —¿Qué pensarán los niños?, se escuchaba. Menos mal que los artistas de Enmedio pusieron orden entre tanto despropósito:

España mola, lo dicen en la tele. España tiene sol, tiene playas, tapas, flamenco. España tiene el Barça y el Real Madrid. Es campeón del mundo de fútbol, baloncesto, tenis y moto GP. España descubrió América, inventó la tortilla de patata, la fregona, el Chupa-Chups. España es divertida, aquí la gente se lo pasa bien. Por eso vienen los guiris: fiesta, juerga, alegría. Así es la marca España. Así la muestran en los anuncios, en los periódicos, así dicen nuestros políticos que es: «yu ar a güinner ». Puede que tengan razón, pero se olvidan de algo: España es también campeona del paro. Acabamos de superar el récord de los seis millones y la cifra no deja de subir. En eso sí que somos unos fuera de serie, los namber güan , auténticos Champions of the world. Y esto bien merece un buen anuncio

Mientras tanto, resulta curioso que nadie recordara a quienes tanto se llenan la boca con la sacralidad del monumento que estábamos hablando de un falo metálico que empinaron algunos audaces publicistas con motivo de la Exposición Universal del 1888. Y cuando hablamos de la Exposición Universal hablamos del primer pelotazo urbanizador barcelonés. Este coloso de acero se encuentra en los orígenes remotos de las actuales industrias culturales metropolitanas, junto a la Estatua de la Libertad y la Torre Eiffel: los ingenieros fueron los tatarabuelos de la competencia turística interurbana que ahora se embolsan los arquitectos con ínfulas de performer. Como decimos, la estatua de marras contiene un ascensor en su interior (mira si eran previsores los ingenieros del XXI) para disfrutar las vistas del Maremagnum. De hecho, desde la construcción del centro comercial, los residentes que andamos despistados de continuo, ignorando que vivimos en realidad sobre un enorme anuncio extendido sobre el suelo, no terminamos de comprender las indicaciones del viejo genovés. —Mama, ¿qué querrá Cristobal?, nos preguntamos. Avanzando en línea directa hacia el Este, siguiendo la dirección de su dedo, entrando en el próximo McDonalds —como indican los carteles y las flechas— no se llega desde luego a Puerto Rico. O quizás sí, quién sabe.

En una ocasión acertó Michael Sandel, el paladín del comunitarismo en la filosofía política anglosajona, titulando con buen tino sus Tanner Lectures de 1998 con el lema "What Money Cannot Buy". Arena de otro costal es el contenido del texto. Como nuestros conciudadanos barceloneses, el filósofo acierta en el rótulo, no así en las entrañas. Sandel no puede pegar ojo ante la privatización de los sistemas de defensa, como todo el mundo, pero por las razones equivocadas. No parece demasiado preocupado, entre otras cosas, por el incremento de violencia que puede suponer para la población local la presencia de un ejército de ocupación compuesto por profesionales en el arte de matar por unas perras. Cuando se pronunciaron las conferencias todavía faltaban unos años para la publicación de Irregular Army de Matt Kennard. Si la contratación de mercenarios privaba entonces de su merecido descanso a nuestro filósofo, no era —qué va— porque ello redundara en detrimento de los ocupados, de los vencidos, de los encarcelados; por el contrario, razonamientos maquiavélicos sustentan esta inquietud: "According to this argument, all citizens have an obligation to serve their countri. [...] To turn such service into a commodity -a job for pay- is to corrupt or degrade the sense of civic virtue that properly attends it". Tócate un pie, entonces: con el servicio militar obligatorio y no remunerado, gratis et amore, hemos topado. Con estas conclusiones, ya se imaginan las premisas. Dulce et decorum est pro patria mori, que decían los latinos.

Y la misma cosa se aplica a nuestro caso. No vale con denunciar la Marca BCN solo cuando mancilla nuestros monumentos, nuestros colonizadores. Ahora que retiraron la sotana, a todos los indignados por la utilización de una columna de hierro con propósitos recaudatorios, a todos los enemigos de la mercantilización de la mercancía primigenia, a todos los españolistas (sin ny), ¿les veremos también intentando interrumpir el próximo desahucio? Con estas premisas, ya se imaginan las conclusiones.


Así sí,
gatuno y
pirata.