Así no, mirando a Parla. |
Tranquilos, ya ha pasado todo. Hace unas semanas tuvimos armada La-De-Dios-Es-Cristo
con motivo de la novísima prostitución del espacio público barcelonés. Pero ahora todo ha vuelto a la normalidad. Tras
varias décadas vendiendo la metrópoli a precio de coste, derribando y volviendo
a construir barrios enteros, abriendo plazas duras para el esparcimiento del guirigay y sus congéneres, el
Ayuntamiento dictaminó que era el turno de la Estatua de Colón en esta romería
de la infamia. De los productores de auténticos éxitos de taquilla como «Poblenou: barrio de vacaciones, yuppies y
rascacielos» llegaba entonces el resplandeciente y magenta y animoso «Cuando los españoles llegaron, Messi todavía
estaba allí». En efecto, hace unas semanas, sin mediar palabra alguna y sin
cortar ninguna cinta, amaneció con una sotana del FC Barcelona el descubridor
de las Indias Orientales. Y las personas que tienen las manos como pegadas a la
cabeza —tan indignados ellos— pusieron el grito en el cielo. —¡Piensen en el Espanyol!, decían. —¿Qué pensarán los niños?, se escuchaba. Menos
mal que los artistas de Enmedio pusieron orden entre tanto despropósito:
España
mola, lo dicen en la tele. España tiene sol, tiene playas, tapas, flamenco. España
tiene el Barça y el Real Madrid. Es campeón del mundo de fútbol, baloncesto,
tenis y moto GP. España descubrió América, inventó la tortilla de patata, la
fregona, el Chupa-Chups. España es divertida, aquí la gente se lo pasa bien.
Por eso vienen los guiris: fiesta, juerga, alegría. Así es la marca España. Así
la muestran en los anuncios, en los periódicos, así dicen nuestros políticos
que es: «yu ar a güinner ». Puede que tengan razón, pero se olvidan
de algo: España es también campeona del paro. Acabamos de superar el récord de
los seis millones y la cifra no deja de subir. En eso sí que somos unos fuera
de serie, los namber güan , auténticos Champions of the world. Y
esto bien merece un buen anuncio
Mientras tanto, resulta curioso
que nadie recordara a quienes tanto se llenan la boca con la sacralidad del
monumento que estábamos hablando de un falo
metálico que empinaron algunos audaces publicistas con motivo de la
Exposición Universal del 1888. Y cuando hablamos de la Exposición Universal
hablamos del primer pelotazo urbanizador barcelonés. Este coloso de acero se
encuentra en los orígenes remotos de las actuales industrias culturales
metropolitanas, junto a la Estatua de la Libertad y la Torre Eiffel: los
ingenieros fueron los tatarabuelos de la competencia turística interurbana que
ahora se embolsan los arquitectos con ínfulas de performer. Como decimos, la estatua de marras contiene un ascensor
en su interior (mira si eran previsores los ingenieros del XXI) para disfrutar
las vistas del Maremagnum. De hecho, desde la construcción del centro
comercial, los residentes que andamos despistados de continuo, ignorando que
vivimos en realidad sobre un enorme anuncio extendido sobre el suelo, no
terminamos de comprender las indicaciones del viejo genovés. —Mama, ¿qué querrá Cristobal?, nos
preguntamos. Avanzando en línea directa hacia el Este, siguiendo la dirección
de su dedo, entrando en el próximo McDonalds —como indican los carteles y las
flechas— no se llega desde luego a Puerto Rico. O quizás sí, quién sabe.
En una ocasión acertó Michael
Sandel, el paladín del comunitarismo en la filosofía política anglosajona,
titulando con buen tino sus Tanner Lectures de 1998 con el lema "What Money Cannot Buy". Arena de
otro costal es el contenido del texto. Como nuestros conciudadanos
barceloneses, el filósofo acierta en el rótulo, no así en las entrañas. Sandel
no puede pegar ojo ante la privatización de los sistemas de defensa, como todo
el mundo, pero por las razones equivocadas. No parece demasiado preocupado,
entre otras cosas, por el incremento de violencia que puede suponer para la
población local la presencia de un ejército de ocupación compuesto por
profesionales en el arte de matar por unas perras. Cuando se pronunciaron las
conferencias todavía faltaban unos años para la publicación de Irregular Army de Matt Kennard. Si la
contratación de mercenarios privaba entonces de su merecido descanso a nuestro
filósofo, no era —qué va— porque ello redundara en detrimento de los ocupados,
de los vencidos, de los encarcelados; por el contrario, razonamientos maquiavélicos
sustentan esta inquietud: "According
to this argument, all citizens have an obligation to serve their countri. [...] To turn such service into a commodity -a job for pay- is to
corrupt or degrade the sense of civic virtue that properly attends it". Tócate un pie,
entonces: con el servicio militar obligatorio y no remunerado, gratis et amore, hemos topado. Con estas
conclusiones, ya se imaginan las premisas. Dulce
et decorum est pro patria mori, que decían los latinos.
Y la misma cosa se aplica a
nuestro caso. No vale con denunciar la Marca BCN solo cuando mancilla nuestros
monumentos, nuestros colonizadores. Ahora que retiraron la sotana, a todos los
indignados por la utilización de una columna de hierro con propósitos
recaudatorios, a todos los enemigos de la mercantilización de la mercancía
primigenia, a todos los españolistas (sin ny), ¿les veremos también
intentando interrumpir el próximo desahucio? Con estas premisas, ya se imaginan
las conclusiones.
Así sí, gatuno y pirata. |