El solsticio de Marc O’Callghan.
I
Hoy es el solsticio de verano.
Los habitantes del Mediterráneo Occidental se preparan para hacer cosas a
escroto lleno: saltar hogueras, tirar petardos y things like that. En el ínterin nos citamos Marc O’Callaghan y un
servidor. Basta decir, para ahorrarnos las presentaciones, que O’Callaghan es
el veinteañero menos petulante que conozco en el panorama creativo barcelonés. Rara avis la suya, por cierto. Figuro que
será tentador el incurrir en patinazos de autosuficiencia cuando acabas de
participar en el Sónar, has realizado una estancia en la MittelCatalunya (Eclíptica, Castelltallat, Barcelona) y en Google
aparecen cosas como «local under star»
cuando tecleas alguno de tus pseudónimos. Para añadir mayor grado de dificultad
a la comedida modestia del artista, sus creaciones están cargadas hasta las trancas
de referencias paganas. En su página web aparece sentado en la posición del
loto haciendo (nada más y nada menos que) la V de Mister Spock. Háganse a la
idea: ¿cuántos illuminati
perdonavidas conocen incapaces de deletrear los nombres de sus deidades
preferidas? O’Callaghan, profundo conocedor de estas tradiciones, a diferencia
de los mentados illuminati, no se
tira a la piscina así como así. Durante nuestra entrevista, los barrigazos
teológicos fueron marca de la casa, no culpa del invitado. Entre cervezas y
arroces melosos, los nombres propios fueron escasos, pero bien atados. O’Callaghan
habla bien sobre masonería, sobre teosofía y sobre la madre del cordero. Ante
referencias de este cariz, en otro contexto y con otro interlocutor, yo hubiera
arqueado de forma inevitable las cejas, mensajeras de una burla tan apropiada
como inminente. En este caso, tomo notas en mi cuaderno. Perdona, ¿cómo se escribe
eso?
—Ge, U, E, Ene, O, Ene— deletrea para mi
O’Callaghan.
II
Desde 2009 O’Callaghan ha sentado
sobre sus rodillas el género del dibujo, ha descubierto su amargura, ha
injuriado papeles y paredes por partes iguales. Hablamos de forma figurada del
proceso creativo que ha llevado a este antiguo estudiante de Bellas Artes a la
consolidación en el mundillo underground barcelonés. Y más allá de éste, tienen
su blog. Allí cuelga desde hace tiempo ilustraciones que luego terminan
impresas en fanzines o sobre murales; hay quien se ha lanzado a tatuarse los
bichos alados de O’Callaghan, claro. Sus figuras rosa fosforito pueden
encontrarse por igual en salones del comic como en las paredes de su
mancomunidad; esto último todavía no ha sucedido, salvo por alguna extensión
del templo en alguna azotea privada, pero O’Callaghan me aseguró que tomaría en
consideración el formato creativo grafitero en el futuro. Y es que la lascivia
que transmiten las calaveras y los demonios de O’Callaghan resulta muy (pero
que muy) apropiada para el espacio público de esta ciudad mediterráneamente
habitada. Ingenio a la hora de explotar el espacio no falta en sus
composiciones, quizá en exceso abigarradas, pero nunca dispuestas de modo
impropio. Algo de caos nunca viene mal. Véase, por ejemplo, la conversión de un
enchufe en una vagina que tiene lugar en La construcción de un templo
(2011-12): una demonia nos ofrece su
toma de contacto gracias a la ingeniosa (no tenemos otra palabra)
transformación de un cuarto de estudiante en un lugar de peregrinaje. Un poco
más allá, en el techo de la habitación, aparece Mercurio crucificado, con una
bombilla por todo pene. Para quien no conozca la pieza, estamos hablando de
cuatro paredes pintadas siguiendo ciertos arquetipos del zodiaco, conforme a la
siguiente dialéctica de los cuatro elementos naturales: la pared norte estaría
dedicada a Saturno y a Apolo (fuego), la pared oeste a Marte (tierra), la pared
sur a Venus y a Diana (agua) y la pared este a Júpiter (aire). Pero dejemos que
el propio artista se explique:
La Construcción del Templo fue un proceso
pictórico que llevé a cabo en la que fue mi habitación durante un año, en un
piso de alquiler compartido entre cuatro personas. Los motivos están generados
a partir de proyectar imágenes de pinturas de artistas reconocidos del pasado
encima de la pared, resiguiendo de forma muy sintética con el pincel las partes
que me interesaban —sobretodo las anatomías— y añadiendo partes de mi cosecha
—como cabezas de perro o cráneos—.
Solo por rebajar el discurso
esotérico, que tantas embolias genera en un cerebro cerrilmente materialista
como el mío, O’Callaghan nos arranca una sonrisa cuando confiesa que, durante
la realización de la pieza, apenas tuvo otro alimento material que no fueran
espaguetis y salchichas crudas Campofrío; en este preciso instante estamos
comiendo una paella con brócoli; nos relamemos cuan cabras del Infierno
pensando en tiempos peores. Meanwhile,
no puedo dejar de asociar el trazo figurativo de O’Callaghan con las
composiciones minimalistas de Haring: el mismo horror vacui de La Mare De Totes Les Idolatries, la
geometría de El Último Día o el
cachondeo de λόγος σπερματικός se
pueden encontrar en los contornos a tiza trazados en el metro por el grafitero
y artista neoyorquino. A la tradición del dibujo de ficción poco añade O’Callaghan
que no estuviera allí: el componente orgiástico, la saturación de las figuras,
los motivos religiosos, la tendencia falofórica, el enfoque satírico; alguien
diría que hasta la crítica social está presente en tanto bicho dando por culo,
pero nosotros no hilamos tan lejos o tan profundo. Hay un detalle nuevo, sin
embargo, en la producción última de O’Callaghan. Durante los primeros años, las
revelacions automàtiques, nombre que
utiliza el artista para hablar de sus dibujos, pudieron aspirar a ser hypes o
memes de la blogosfera; la inclusión reciente de figuras geométricas, por el contrario,
aleja su creación de los intérpretes facilones. Que pierdan toda esperanza
quienes quieran comprender de un solo vistazo el significado de Orgía Pre-Olímpica o de The Tower of Song, por ejemplo. Hablando
de curiosidades ininteligibles, me gusta muy mucho la deriva intimista que
tienen algunas de las producciones abstractas recientes de O’Callaghan:
curioseando en su muro de FB, descubro que tiene la manía de llenar su casa de
sigilos, relaciones lineales entre palabras del alfabeto y secuencias numéricas
cuya combinación tiene como resultado iconos en zigzag, situados en lugares
íntimos, con títulos como En contubernio (sobre la cama), Ficción (en el marco de la puerta) o La heroína
del trabajo (ante el escritorio). Salvo
por los tatuajes que lleva su novia —en el antebrazo de Clara (De lo que no se puede hablar es mejor
callarse), en la pierna de Clara (Llenguatge)—,
los sigilos están hechos de cinta de carrocero y apenas duran unos días sobre
la pared. Firmes y quietos solo aguantan unos días. El carácter efímero de la
materia informe resultante constituye, sin duda, el aspecto más cuco de la obra de O’Callaghan. Ahora
bien, ¿estamos los críticos de arte a la altura de lo cuco como categoría
estética?, me pregunto con la boca llena de arroz integral.
III
Ernesto Castro (EC). Perdona la impertinencia pero, querido Marc,
¿qué maldito espacio idiomático habitas? Te licenciaste con una lectura de Jean
Baudrillard alucinante (en el doble sentido de la palabra) donde apareces
recitando frases de Cultura y Simulacro
en el orden que te viene en gana (Sentido
Del Abismo El, 2011). Tienes plegarias escritas en el idioma imaginario de
Hugo Ball. A primera vista, este idioma fonético parece el tuyo propio. Sin
embargo, casi todas las letras de Coagul están en catalán. También tienes cosas
en full spanish, como Semanario Químico (2011), pero son
minoría. Con esa cara de bueno que tienes, ¿no serás un patriota en lo musical?
Marc O’Callaghan (MOC). No
és tant per patriotisme com per encaix estètic. El català és la meva llengua
materna i és la llengua en la que penso i conceptualitzo en el més profund de
la meva consciència, però apart d’això trobo que encaixa força amb l’aura
“folk” de Coàgul. Les coses en full spanish en un principi van ser fetes
pensant en el públic hispanoparlant a qui el segell que ho editava distribuïa
principalment, però aquesta és una idea a la que ja no trobo gaire sentit. De
la mateixa manera que per a una escultura potser és més adequat el ferro que la
fusta, independentment de si el públic viu en cases de ferro o de fusta, per a
Coàgul veig més adequat el català que el castellà, independentment del que
parlin els seus oients. També penso que el fet de ser una llengua minoritària i
controversial li afegeix un plus de raresa i caràcter propis. Encara que ara
m’obliguis a contestar-te en català, en lo personal sóc pro-bilingüisme i
pro-pragmatisme idiomàtic a tope.
EC. ¿Es el catalán oficial una lengua viejuna? Algunos amigos me comentan que hay un abismo entre el idioma oficial de los Països (llámalo X) y los exabruptos guturales de la calle, ¿es eso cierto? También me ha contado un pajarito que Céline en catalán suena como Mallarmé en castellano, esto es: un rollazo léxico y rítmico supino. Siendo Coagul un proyecto musical neofolk que pretende elevar la capacidad de escucha del público letrado que participa en los Juegos Florales, ¿no estará quizás un poco anticuado, un poco mayor para quinquis de La Meseta como yo? Dime, ¿te gusta el vocabulario apolillado?
MOC. Suposo que sí que és una llengua envellida, però precisament per això manté certes fórmules pintoresques que gaudeixo fent servir en el context coagulatori. Tinc la sensació que al pronunciar certes coses més aviat dures en català, aquestes adquireixen un punt sardònic, com d’humor trapella que m’agrada. Això de la diferència amb el llenguatge de carrer és cert en el cas de les zones més xarneguitzades, com Barcelona o les afores de les altres ciutats, però a la mínima que explores l’interior et pots arribar a sorprendre de com es manté el català originari. A Torelló els quinquis et vacil·len en català, i en un que és més dur i hostil que el de la tele. Pels quinquis de La Meseta sí que sonarà tot plegat antiquat i aliè, però sou precisament vosaltres als qui més us pot fascinar l’estranyesa del català utilitzat a com a vehicle d’agitació psíquica en un context com el d’un projecte de música industrial. Més que a un anglosaxó a qui totes les llengües romàniques li sonin iguals. Concloent: sí que m’agrada el vocabulari arnat, m’entusiasma!
EC. Y para terminar, ¿cómo se deletrea Guénon? Ge, U, E, Ene, O,
Ene, ¿me equivoco? Vale, ¿qué te cuentas sobre él?
MOC. René
Guénon, incansable explorador dels mons suprasensibles i estricte estudiós del
simbolisme primordial i esotèric comú a totes les tradicions. De gran
importància històrica són els seus estudis publicats en articles o llibres cap
a la primera meitat del segle XX, sobretot per haver acotat amb gran rigor i
perspicàcia una ciència que malauradament moltes vegades és presa del xarlatanerisme
i l’ambigüitat dels venedors de bagatel·les. A mi personalment m’ha influenciat
molt en el coneixement dels símbols eterns i m’ha ajudat a aclarir-me en tota
la qüestió esotèrica. Diguéssim que la seva lectura m’ha aguditzat l’ull per a
distingir lo genuí de lo fal·laç en aquests àmbits. Més enllà d’aquestes
qüestions pràctiques en la vida personal, també ha estat una alta font
d’inspiració per a Coàgul. Algunes de les seves anàlisis m’han encès la llumeta
per a fer cançons-símbol, com les dues cançons de Janitor, que són la Mà de la
Justícia i la Mà de la Benedicció. En aquest cas, la contraposició d’aquests
dos símbols antagònics però complementaris (situats conscientment un a cada
cara del cassette) m’ha portat a anar poc a poc explotant la idea de concebre
els discs com a totalitat microcòsmica, com per exemple que les dues cares dels
cassettes funcionin com a vies per arribar a estats oposats, o fer equivaldre
set cançons d’un CD amb els set dies de la setmana i els seus corresponents
planetaris. En quant a Guénon, no em puc considerar ni molt menys el seu
deixeble ni el seu seguidor, ja que el que jo acabo fent no té res a veure amb
el que ell consideraria que s’hauria de fer, però sí que és un tità que des de
les ombres del passat il·lumina a Coàgul en el camp dels referents nuclears.