I
Las cosas mejoran, pero bastante
poco; Cristobal Montoro parece un superhéroe con los brotes verdes en la mirada
y los gallumbos por fuera; la gente del común ya habla del próximo gobierno de
España. Este último, el que todavía padecemos, desde luego ha hecho de su capa
(electoral) un sayo (antidisturbios) y hasta un sudario en cuanto a previsión
de voto se refiere. Gajes del oficio, supongo, cuando uno actualiza a la jerga
de los wannabes empresariales el lema del Espadón de Lieja: «La gobernanza es la resistencia»,
pensará don Mariano entre decretos, cordones policiales y pompas de jabón.
¿Recibe Ud. muchas críticas?, pregunta la Forbes a Luis de Guindos; como
ministro de Economía, ¿Ud. sabe qué piensa la peña? La respuesta es antológica:
«Los ministros nos aislamos bastante del
contacto con la gente, por razones evidentes, incluso de seguridad. Yo intento
mantener ese contacto a través de mis colaboradores que sí están [sic] en contacto con la realidad, como es el
departamento de Comunicación.» A diferencia de Lehman Brothers, donde una
oficina de finanzas ignoraba, según contaron en los tribunales, que el vecino
de arriba estaba apostando contra sus propias inversiones, parece que en
Hispañistán la mano derecha y la mano
extremo-derecha del gobierno sí están bien coordinadas, ¡y tanto!: el puño
de acero de los recortes recibe las caricias enguantadas que la mano invisible
de la iniciativa público-privada administra a través de los periodistas
cómplices hasta el mismísimo departamento de Comunicación. Por desgracia, esta
diferencia respecto de LB no salvará a los populares del hundimiento mutuo,
anunciado y correspondido.
Además de tragarse la basura que
censuran para él sus subalternos, de Guindos también tiene la loi de
familie, no se crean: «También mi mujer, aunque no la veo mucho [sic], me dice las cosas que pasan. Y sí, para un
ministro es importantísimo tener a gente que diga la verdad.» ¡Habrase visto Donald Draper semejante!
Primero la obsesión por la marca España, antepuesta como un eslogan sobre los
intereses salariales de media España (ya saben qué mitad), y ahora la falta de
contacto humano, han transformado para siempre a Luis de Guindos; y así lo retrata la prensa, como un tipo
calvo con cara de perro: triste destino donde los haya para el único orador
no-gangoso, no-tartaja y con idiomas del Gobierno de España, la Unidad de
Todos. Luis, ¡tú antes molabas!
Como decimos, cuando no está
distraída por el telefonino, la menu
peuple cavila sobre las elecciones de 2015, que están a la vuelta de la
esquina. Una vez pasado el miedo ante la posibilidad de un tecnócrata impuesto
desde los poderes europeos (una
auténtica locura, el deponer a Don Mariano: hubiera estallado el polvorín
español; pregunten a los franceses, a ver si dan o no crédito), solo quedan
los viejos temores y las nuevas escisiones de la derecha, cuya amorfa unidad
centrista es una invención del aznarinato (véase los efímeros partidos
liberales durante los años 80: en solitario y en democracia, los liberales no se
comen un colín; por eso van todas las tardes a misa). Y quien la hizo ahora la deshace: el gobierno tiembla con el alunizaje
de Aznar; el sans moustache
desestabiliza la situación; las corbatas, los gemelos y las carteras de
inversiones parecen girasoles a su paso. («Cada vez que vea a alguien caminando mientras se aprieta los gemelos es
que está cambiando suavemente de opinión o acoplándola con cortesía», Manuel
Jabois dixit.) Ante este desaguisado, hasta Jesucristo se encoge de hombros
en la cruz. En Intereconomía huele a cura quemado en la plaza. Y no es culpa
del mamporrero de izquierdas que suelen invitar para encender la pasión del
respetable. La derechona se fragmenta, señores.
Y si el campeón de los
abdominales parece haber esnifado algo por sus (ahora) imberbes fosas nasales,
no será Napoleón Bonaparte la sustancia, como sugiere con astucia el pillastre
de Juan
Soto Ivars. A diferencia de Pepe
Botella, José María no viene a domeñar nada ajeno, sino a hacerse el capitán
del futuro bando perdedor (sí, he dicho perdedor). Viene, en todo caso, a
drogarse con el conde de Romanones, heredero del Partido Liberal de Sagasta et tutti quanti, cabeza de cartel de la monarquía constitucional en las
elecciones de 1931 —sí, las municipales de abril del treinta-y-uno donde
realistas y liberales, guarecidos bajo el almirante Aznar-Cabañas (¡será por
apellidos!), fueron arrasados en las capitales de provincia por la coalición
republicana. Un columnista de El Mundo, Carlos
Cuesta, expresa muy bien cómo, a dos años vista, el miedo puede cambiar de bando, siempre y cuando la Troika haga mal su
trabajo, como hasta ahora, y el FMI no vuelva a errar de nuevo, eventualidad
lógicamente improbable; las palabras de Cuesta:
A todos esos que consideran un bien supremo
la lealtad al partido, permítanme, sin más, que les recuerde un detalle: si
como ha anunciado el Gobierno de su partido llegamos a 2015 con un paro de casi
el 26% –tres puntos más que con el PSOE– en medio de una órbita de permanente
bombardeo mediático con la trama de corrupción Gürtel, resultará más que
improbable ganar las próximas elecciones generales. Y si no se ganan esos
comicios, pasará por España el mayor rodillo socialista-comunista-independentista
que nadie haya conocido en toda la etapa democrática. Y dudo que en ese momento
sirvan para mucho las lealtades de partido, mientras todo lo que conocemos
salta por los aires.
Dicho y hecho. Pablo Iglesias, un
gran orador con aspecto de Nazareno, según la certera descripción de Jiménez
Losantos, organizó hace poco una tertulia para debatir
sobre la posibilidad de extrapolar a nivel estatal la solución de compromiso
andaluza entre IU y PSOE. Aupados por el derrumbe del bipartidismo, los
comunistas de IU (aún se les puede llamar así) no parecen haber olvidado (¿para bien?) el pasado. Las heridas
dejadas por Zapatero tardan en cicatrizar. La gente del PSOE, dividida por si
llevaban chaqueta o iban más casual, parecían apostar —mirando hacia el futuro—
por una ensalada de siglas que incluyera hasta Equo, PACMA y más allá,
atracando los valores del pluralismo, el ecologismo y los derechos animales a
su dique seco de ideas: una vez
abandonado el espíritu obrerista, que los socialistas nunca llegaron a tener,
poco más queda para un partido como el PSOE, laboratorio de pruebas de la
tercera vía con González y baluarte del republicanismo manirroto, sotto voce zapateril, salvo las guerras culturales y morales contra los
toros y la Iglesia. Que todos los intereses cuenten y todas las voces
retumben, lo cual está muy bien, es el único programa sustantivo del PSOE,
quien siempre prefiere mucho abarcar, para así apretar menos. Y sobre Euskadi,
Cataluña, Galicia y hasta Murcia, mejor ni hablamos: salvo por las inocuas salidas
de emergencia democrática («Que se haga la voluntad del pueblo», sentencian
quienes pretenden resolver con vagancia electoral la ausencia de argumentos consistentes),
según el imaginario 2015 de las izquierdas, el Reino de España sigue siendo uno
y no 51. Sobre este punto, IU dice que nanai:
sin una República Federal no vamos a ninguna parte. Y tienen razón, sin un
Estado de derecho social, democrático y republicano no salimos de esta. Y no se
equivoquen, ésta no es la prima de riesgo, que sube igual que baja. Las cuestiones macroeconómicas importantes
se deciden en Bruselas, por mucho que nos empeñemos, nos escindamos o nos
devaluemos con las antiguas (¿o quizá nuevas?) pesetas. Y si el objetivo
consiste en aumentar las competencias del BCE, hacia una mayor unidad fiscal,
por ejemplo, con impuestos más altos para todos los ricos de Europa, entonces
quedan por resolver entre nosotros las cuestiones magras de la Historia de
España: el modelo de sociedad, el modelo productivo, el modelo territorial, ¡la
desamortización de la tierra! y cosas así.
II
14 veranos de gobierno felipista,
con todos sus factores, despolitizaron, burocratizaron y europeizaron a la
generación de extremo centro que nos gobierna ahora mismo por cuenta ajena,
tolerantes en cuanto indiferentes, republicanos espirituales y monárquicos
pragmáticos, pero muy dados a dejar las cosas como están: para la jefatura del Estado, entre reyes y presis, tanto monta que
monta tanto; lo importante no es quién gobierna, sino cuánto. Los más jóvenes
tenemos que saber, por el contrario, que República no solo significa tanto
aguillotinar a Felipe VI (que también) cuanto llevar la democracia igualitaria
meritocrática a sus últimas consecuencias: la elección de todos los cargos
representativos en calidad de fideicomisos del soberano. Las cosas se
complican, no obstante, cuando entramos en materia judicial, por ejemplo, cuyo
poder reclaman los ciudadanos que sea independiente, y cuya independencia ha
supuesto, en Estados Unidos, la imposición de cierta racionalidad (ya sea
progresista o moderada) sobre los derechos de la población (en ocasiones). ¿De verdad quieren subordinar (aún más) la
elección de cargos del Tribunal Supremo a las elecciones plebiscitarias y su
pendiente inclinada hacia la partitocracia, el clientelismo, la demagogia?
La democracia propiamente entendida solo puede entrar en conflicto con la
separación de poderes, la expertocracia, las instituciones independientes: en
suma, todo cargo público debe mediarse con los votos. Las urnas actuales, sin
embargo, están llenas de papeletas a la contra: la pasada victoria aplastante
del PP resulta incomprensible sin esta tendencia del español a empeñar su
papeleta con el propósito de la venganza, no creyendo en nada que no sea el
castigo de la culpa, la expiación de los delitos, la condena del gobernante.
Ante este panorama, queda mucho
por andar, pero una futurible victoria de las izquierdas, ya sea en 2015 o
mañana mismo, la situación enfrentada ahora no resulta distinta de la coyuntura
habida en 1931, cuando la victoria de los republicanos; si la hipotética coalición PSOE-IU llegara a algo más que agua de
borrajas o aún gobierno provisional de purgación, elegidos porque la gente está hasta el IVA de la falta de
puestos de trabajo, tras la Segunda Restauración Borbónica (1975 - ¿2015?),
entonces la hoja de ruta de ayer bien vale hoy, como la expone Antoni
Domènech, por ejemplo: en primer lugar, «si
se quiere gobernar limpia y parlamentariamente conforme al propio ideario a
corto plazo, sin trucos de "vieja política" monárquico
constitucional, no se puede pedir prestada esa base [popular y electoral] con métodos demagógicos, que sólo podrían
sostenerse en el caciquismo y la ignorancia de las gentes»; y en segundo
lugar, «si se quiere gobernar limpia y
parlamentariamente a medio y largo plazo, no hay más remedio que considerar
como provisional la base popular que se toma prestada, y emprender entre tanto
una enérgica política de reformas estructurales de la vida social y económica
española que reorganice por completo la sociedad civil, a fin de crear una base
social amplia que pueda nutrirse un partido republicano y democrático, que
estabilice a la República.»
Traducido en términos económicos,
este proyecto implicaba entonces la reforma agraria y ahora, sin duda, una
reforma crediticia, cuya iniciativa no tendrá lugar en Madrid, sino en
Bruselas, o no tendrá lugar de ningún modo. Mientras tanto, queda por revisar
las constitución política de los mercados españoles, y cómo no, el clientelismo que bajo la forma de puerta
giratoria entre la política y los negocios tiene atenazada, en favor de los
intereses corporativos granempresariales, a una nación de pymes ineficientes
(pura economía de escala, caballeros) pero que dan mucho trabajo. Y aquí es
donde la cosa se pone complicada, porque acabar con la monarquía también
supone, en este punto, terminar con la máquina burocrática monárquica heredada.
Poca broma, por cierto, pues incluye a nuestros intocables sindicatos, la
Iglesia de los zurdos de este país, financiada por el bolsillo del
contribuyente. Liberar el sindicalismo
de la correa estatal resulta crucial, sin embargo, para permitir nuevas formas
de organización y autodefensa de los productores y de los endeudados, como un
paso previo para la politización de izquierdas del autónomo y del emprendedor wannabe, quienes constituyen hoy día el
grueso del electorado pepero estafado por un gobierno que les sube sin piedad
el IRPF. Favorecer las cooperativas de trabajadores y las asociaciones
vecinales, en detrimento del funcionariado que administra nuestros derechos,
hoy hasta suena de derechas, máxime si tocas los privilegios locales y ello
implica despidos, cuando en verdad la ideología neoburguesa actual reclama que
el Estado subvencione los deseos del personal a título de derechos (palabra
inflada donde las haya); pero en verdad mi modesta (y no matizada) propuesta
solo quiere actualizar la Crítica del
Programa de Gotha; contra los lassallistas que aspiraban estatalizar
las instituciones de la clase obrera, escribía Marx:
En lo que hace a las sociedades cooperativas
actualmente existentes, éstas tienen valor sólo en la medida en que sean
independientes, no criaturas obreras amparadas o por los gobiernos o por los
burgueses.
De esto se trata. Pero es igual
mi referencia dogmática a Marx, porque los zurdos con posibilidades de gobierno
en España tienen dogmas mayores que los clásicos, entre los cuales se cuenta,
amén del históricamente comprensible anticlericalismo, el amor hacia el Estado.
Poco se puede esperar, salvo una subvención para el 15M, a modo de
conmemoración monumental, de la triunfante, hipotética y renovada izquierda de
2015. Fácil será, con esta estrategia
política a medio plazo, que los conservadores nos roben de nuevo las lealtades
liberales con una súbita bajada de impuestos: la III República se difumina en
el horizonte como el humanismo de Foucault porque los partidos que la desean
son incapaces de representar a las clases medias que prefieren empaquetar las
maletas y dejar España a su suerte. Si las previsiones actuales se
confirman, y 2015 nos encuentra con esta tasa de paro, estate seguro que la
hipotética coalición de izquierdas, con estos planteamientos, será eclipsada
por un gobierno de concentración nacional. Muy favorable tiene que resultar,
para evitar tal cosa, las elecciones a IU. Pero todavía queda mucho tiempo,
muchas manifas y muchos deshaucios para que sepamos el resultado. Por el
momento solo cabe decir que, dada la tendencia hacia la desafección
sociopolítica, sobrevalorada por los senadores a los cuales nadie nunca ha
votado, desestimada por los perroflautas que están en la calle, luchando
optimistas por nosotros, el grueso de la
población española necesita muchos gobiernos de 14 años, mucho tejido
contrainstitucional socialdemócrata y muchos campos de reeducación (es una
broma) para jubilar de una vez por todas el «Cada uno en su casa y Dios en la
de todos» que tan presente se encuentra en los movimientos sociales
multicolores que aparecen en cuanto los gobiernos conservadores de la Península
deciden planchar el bolsillo del contribuyente y cortar —a la vez— el grifo de
los servicios públicos que tanto necesitan nuestras hipotecadas clases medias,
entidad fantasmal donde las haya, intentando deshacerse de la casita en la
playa. En conclusión, algo más que NIMBY, me temo, vamos a necesitar para la
Tercera.