29 de octubre de 2014

Invitados #7: Theodor W. Adorno, Aportación a la historia del pensamiento

Que haya escapado a la investigación, es difícil de aceptar; pero no está de más volver a recordar esta anécdota memorable de la historia del pensamiento. El 4 de diciembre de 1801, Kant añadió a su testamento del 28 de febrero de  1798 un codicilo, y en el §  2 dispuso: «A mi cocinera, Louise Nietschin, si a mi muerte (aún está sirviendo), y si no, nada, la suma de dos mil florines. Pero en mi testamento se contienen diversos legados hechos a mi cocinera». No puede quedar duda de que la cocinera de Kant se apellidaba Nietzsche, pues la z que falta en su nombre y adorna el del filósofo como un bigote marcial solo pudo entrar en la ortografía con la heroización de la burguesía victoriosa, dando así testimonio de una evolución que, por lo demás, puede estudiarse en las diferencias existentes entre las ideas kantianas y las nietzscheanas. Pero si esto es así, el odio de Nietzsche a Kant y a los sistemas idealistas aparece bajo una luz completamente nueva, y, por otra parte, se descubre una relación totalmente inesperada entre ambos pensadores. Pues de la cocinera de Königsberg a aquella aristocracia polaca cuya sangre tanto complacía a Nietzsche poseer no hay un camino muy largo. Perro tampoco al resentimiento. Incluso al más libre de los espíritus pudo ocurrirle que estuviera harto de su origen ante la posibilidad de lo mejor y más auténtico de su naturaleza —porque lo noble parece que necesitó de la mediación de la pequeña alma burguesa de la pobre cocinera—. ¿No sería el odio a Kant sino el odio a la cocinera en él mismo? ¿No se demostraría lo fraudulento del sistema, del que el buen europeo desconfiaba, el fraude de la antepasada en el libro de cuentas? ¿Y no cabría la última y más lejana posibilidad de que la moral de los señores fuese solo una moral de los esclavos superior con la que se hiciese posteriormente justicia, por cuestionable que esta fuese, a la sirvienta Louise frente al imperativo categórico del opresor? Habría que considerar seriamente la posibilidad de convocar un concurso con este problema como tema.


[Publicado originalmente en Th. W. Adorno, 
Obra completa, 20/2, Akal, Madrid, 2014.] 

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