«¿Y el cuerpo?
El nadar espacia la duración. Se trata de un verdadero salto, un brinco, casi un golpe.
Es el salto a la ontología. Saltamos al ser, al ser en sí, al ser en sí del
pasado.» (Ángel Gabilondo, Aprender a nadar.)
La filosofía
moral está hasta en la sopa. Desde la declaración de independencia de una
nación hasta los animales que comemos, pasando por el derecho a abortar, la
idea de la guerra justa o el planeta que vamos a dejar a las futuras
generaciones, todo puede ser objeto de reflexión moral. Pero la ignorancia se
interpone en nuestro camino. La mayor parte de la gente piensa que la profesión
del filósofo no es otra que aprenderse las ideas de la docena de autores que
entran en selectividad como quien se aprende la lista de los reyes visigodos:
de memoria y hasta volverte loco. Y tienen razón. La filosofía académica
española consiste básicamente en hacerse el listo citando en alemán a Hegel. La
primera broma que soltó Ángel Gabilondo cuando volvió del Ministerio de
Educación a su cátedra de metafísica en la Universidad Autónoma de Madrid fue:
«Tengo que ponerme al día con los
descubrimientos realizados últimamente en mi campo de investigación».
Ángel
Gabilondo se cree muy gracioso porque piensa que no se ha publicado nada que
merezca la pena leer entre 2009 y 2011, mientras él estaba en el gobierno de
Zapatero haciendo no se sabe muy bien qué, y puede que esto sea cierto en su
campo de investigación, por llamar de alguna manera a la filosofía entendida
como perpetuo trabalenguas parisino, pero en el campo de la filosofía moral
analítica (dejo para otra ocasión la polémica entre analíticos y continentales)
el siglo xxi ha supuesto un
auténtico boom de libros a la
altura de los clásicos. Aquí tienen, sin más dilación, una short list de las lecturas filosóficas obligatorias de la última
década y media. Aquí tienen mi Ética para
(un) ángel. Y para el común de los mortales. Pendiente de ampliación.
1. Parfit, D. (2011): On What Matters. Derek Parfit
cumple todas las condiciones para ser el protagonista de la próxima novela de
Javier Marías. Miembro emérito del All Souls, publica un libro cada cuarto de
siglo. Y cada libro es un jodido milagro de 1.000 páginas de extensión. Razones y personas (1984) crea
prácticamente de cero la filosofía práctica analítica después de John Rawls. El
ataque a la teoría del interés propio, la defensa del utilitarismo bien
entendido, la justicia distributiva entre generaciones, los problemas de
identidad personal: todo está aquí. Razones
y personas terminaba diciendo que la identidad personal no importa, por
razones que no tengo espacio para resumir, y hete aquí casi tres décadas
después que aparece On What Matters,
que trata de lo que importa: una teoría moral que reconcilie a Immanuel Kant
con Jeremy Bentham, la deontología y el utilitarismo, el du musst y el cui bono. Y
yo me pregunto, queridos editores españoles, ¿cómo no se os cae la cara de oprobio
por no haber traducido todavía esta teoría moral del todo? Supongo que tendremos
que esperar tres lustros, igual que con La
casa de hojas de Mark Z. Danielevski, hasta que alguien descubra,
finalmente, el Mediterráneo.
2. McMahan, J. (2009): Killing
in War. Desde
su columna en el New York Times, Jeff McMahan ha acercado la opinión
pública a muchos debates de la filosofía analítica reciente, como la propuesta
de exterminar a todas las especies carnívoras, discutida en el contexto de las
luchas fratricidas entre la ética animal y los ecologistas, o las ideas sobre
la guerra justa que se remontan a Santo Tomás. El principio del doble efecto,
la idea de que hay una diferencia entre el mal intencionado y el meramente
previsto, entre bombardear la franja de Gaza con el fin de matar niños y
hacerlo sabiendo pero no queriendo matar niños, seguramente les parezca a muchos una chorrada digna de curas ebrios en pleno siglo XIII, pero estas distinciones filosóficas tan sutiles son las que utilizó Barack Obama cuando
recogió el Nobel de la Paz citando, como excusa, pasajes de la Escuela de Salamanca, esto es,
a los ideólogos de la conquista de las Indias Orientales por parte de Hernán
Cortés, Francisco Pizarro, Pedro de Valdivia y otros tantos prohombres
extremeños. Véase Torture,
Terror, and Trade-Offs: Philosophy for the White House (2010) de Jeremy
Waldron. McMahan y Waldron dan las
armas para hacer frente a esta peña en su mismo terreno.
3. Kramer,
M. (2012): The Ethics of Capital
Punishment. En la memoria histórica audiovisual, que define la ideología
que llamamos sentido común, la pena de muerte parece algo demodé, como del siglo pasado, una cosa de los 90s con cara de Sean
Penn. A pesar de la reciente fundación de un Estado Islámico donde tantas cosas
son sinónimo de ejecución sumaria. Y a pesar de las pancartas del movimiento
anti-abortista que rápidamente equiparan el aborto y la pena capital. Entre
filósofos analíticos también se considera que los clásicos del campo salieron
hace unos veinte años: los dos tomos del Morality,
Mortality (1993-1996) de F. M. Kamm sentaron el debate sobre el aborto, la
eutanasia y el matar gente en general a partir de simples experimentos mentales
como el trolley problem, que pone a
prueba intuiciones normativas arraigadas y que en su versión 1.0 puede rezar como
sigue: «Un tren está a punto de atropellar y matar a cinco personas. Tú puedes
desviarlo a otra vía donde solo atropellaría y mataría a una persona. ¿Qué
haces?» El libro de Matthew Kramer es de lo mejorcito que se ha escrito dentro
de esa tradición.
4. Murphy, L. B & Nagel, T. (2003): The Myth of Ownership. Taxes and Justice.
Si algo diferencia la filosofía práctica continental de la analítica es la
voluntad netamente interdisciplinar de esta última. Comparen la ignorancia que
muestran los chamanes de la ontología izquierdista de barricada en cuestiones económicas
(Alain Badiou, Ernesto Laclau y Jacques Rancière hablan de oídas) con la
discusión sobre la welfare economy
que provocó la Teoría de la justicia
(1971) de Rawls entre varios premios
Nobel. El maestro y el pupilo, Toni Negri y Michael Hardt, son el paradigma de
colaboración entre filósofos continentales, habituados como están a hacer mala
filosofía y peor historia de la misma, parasitando hasta jubilarse de las ideas
de los muertos (en este caso de Gilles Deleuze). La colaboración entre Liam
Murphy y Thomas Nagel, un jurista experto en impuestos y un pensador de irregular trayectoria intelectual, es una asociación simbiótica habitual entre los analíticos, por el
contrario, y por eso su libro contra la mitología de la propiedad heredada es
tan bueno, porque justifica filosóficamente un impuesto sobre patrimonio que
varios economistas (incluido el famoso Thomas Piketty) consideran el bálsamo de
Fierabrás que frenará el aumento de la desigualdad y de la opulencia del 1%.
[Publicado originalmente en eldiario.es. 23 de septiembre de 2014.]
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