La reacción que ha causado la emisión televisiva de Ciutat Morta, el documental de Xavier Artigas y Xapo Ortega sobre un caso sonado de arbitrariedad político-policial-judicial en
Barcelona, desde los mozos de escuadra diciendo por Twitter que el contenido de la película era una rama de la literatura fantástica, pura ciencia ficción, como la metafísica según Jorge Luis Borges, hasta una Pilar Rahola que prometía escribir un
artículo sobre el caso y olvidaba que ya lo había escrito (como
para no olvidarse de esta perla sobre los observadores internacionales del proceso judicial popularmente conocido como el caso 4F: “los que han venido a acusarnos de racismo lo han
hecho desde un paradigma racista, la suposición de que, por ser argentino o
chileno, uno ya no puede ser culpable”), pasando por un Arcadi
Espada que se anticipa a la ocasión para reanudar su particular cruzada
freudiana contra las cosas que se alargan —primero fueron las
morcillas de Jot Down y ahora el
metraje de Ciutat Morta: el tamaño sí importa para
Espada, que las prefiere cortitas (las películas, quiero decir) no contento con los seis minutos
que los jueces censuraron para su emisión televisiva; seis minutos por cierto
cruciales para entender cómo funciona la lógica de la autoridad en el Reino de
España, en el de Catalunya y en de los cielos; un juez le dice a un poli: si lo
que dices es cierto, yo estoy prevaricando, ergo
lo que dices es mentira y criminal lo serás tú por ofensas a mi honor, pero si no dices nada (he aquí la perversión) serás un héroe; una pregunta a todo esto: por qué en el Reino de
España (y en el de etc.) falsedad es sinónimo de mentira en el lenguaje cotidiano, cuando en puridad mentir implica mucho más que decir cosas falsas, implica tener algo que
los españoles (y los etc.) rara vez tenemos, a saber, la posesión de la
verdad que se quiere ocultar, ignorar o malversar; pero esta frase ya se nos ha ido de las manos y Espada se nos enfada con algo así de largo— lo que me lleva a concluir rápidamente lo siguiente: la
gente ve la tele. Es más, ¿qué ve la gente si no es la tele? Quiero decir: el
contenido de Ciutat Morta ha sido
objeto de artículos de prensa (el de Gregorio Morán, por ejemplo, aquí),
vídeos en Youtube (aquí,
aquí y aquí) y manifestaciones constantes durante poco menos que una década, el mes que viene se cumplen nueve años de los
eventos que se cuentan en la película, la propia película se estrenó
antes del verano pasado y está disponible en diversas plataformas digitales,
pero resulta que para muchos todo esto son buenas absolutamente nuevas. Como cuando se produjo el primer desalojo del 15M. La noticia es que hay polis que pegan. Lo
que me lleva a cuestionar, no ya la idea de democracia mediatizada, sino —más
modestamente y trayéndome la pelota a mi tejado— la ridícula noción de
actualidad que manejamos los que alguna vez hemos escrito para la prensa. En mi caso, reseñas de libros. El colmo de la inactualidad. Palabra escrita que versa sobre sí misma. Tarea doblemente infructuosa. Visto
lo visto, mañana escribo una recesión de las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, de próxima adaptación audiovisual. Keep watching.
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