5 de mayo de 2014

Intro & Gibraltar de The Double Step Contest

Manuel Vázquez Montalbán pensaba que, lejos del estereotipo veladamente patriarcal de la pazguata que canta los lances de su doncel y constata su alienada sumisión elogiando las virtudes del sistema que la oprime, patriarcal en tanto que minimiza la capacidad de maniobra de las mujeres en condiciones desfavorables, la copla y el cuplé tuvieron durante el franquismo un carácter, si no netamente subversivo porque el contexto reforzaba las lecturas en clave de régimen y las letras pasaban el escrutinio timorato de la censura, sí evasor respecto del como-dios-manda que el imaginario nacional-católico proyectaba sobre ellas, adjetivándolas. Evasor para las cantantes, que tenían pasaporte —amén de una vida disoluta— en una época y un país donde hasta para viajar tenias que pedirle permiso a tu pater familias de guardia. Y evasor para las amas de casa, que hallaron en la esperanza de sacrificio romántico que anidaba en sus canciones, como si fuera la tinaja de Pandora, doblemente funcional y peligrosa porque incita a la realización individual a través del camino de la servidumbre y a la vez promete una edad lumpen-dorada de gitanos y toreros a una sociedad hasta arriba de cobardicas a los que el dictador se les termina muriendo —de puro hastío y viejo— en la cama de un hospital, una imagen de quienes somos que dependiendo del punto de vista que adoptes resultará complaciente o desalentadora, pero nunca trivial.
La principal analista del cante en España desde la teoría cuir, Silvia Martínez García, contaba hace poco cómo se interesó por Isabel Pantoja, Rocío Jurado y Concha Piquer cuando vio que el anti-karaoke de sus temas era una pieza clave en las fiestas de sus amigas lesbianas a altas horas de la noche en Barcelona. Algo deben tener estas letras, además del juego de planos que podemos establecer entre el sentido común machista y su revisión cínica posterior, que marca distancias con el original exagerando lo esencial y siendo más papista que el papa, toda vez que los dogmas hayan perdido su carácter evidente y de la intuición primitiva solo quede su enunciación exagerada, para que una apología de la violencia de génerocomo Es mi hombre de Sara Montiel haya sido versionada por los Gore Gore Gays, cuyo videoclip de trasfondo sadomasoca indica hasta que punto se toman en serio lo de «si me pega me da igual / es natural». Sobre Gibraltar de Antonio Molina, el tema quetengo que comentar y cuyo comentario estoy demorando sine die, solo puedo apuntar una posibilidad, un toque de ciencia ficción en la línea de lo dicho antes. ¿Imaginan que el Government of the Peñón, en un arrebato de diplomacia posmoderna, elevara nuestra canción a la condición de himno, miles de leales súbditos de her Majesty cantando muy fuerte aquello de «aunque alguno no lo quiera / Gibraltar / todo el mundo lo proclama / que tú eres Andalucía / que tú eres parte de España», esa discordancia sutil entre lo querido y lo abiertamente proclamado como fundamento en última instancia del colonialismo mediterráneo? Yo sí. 

[Publicado originalmente en Homo Velamine. Mayo de 2014.]

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