Vamos a ARCO como si no fuera
una feria; como si aquello tuviera un proyecto general, una curaduría que fuera
más allá de lo inmediata y sencillamente vendible. Asistimos a tomarle las
pulsaciones a ese viejo llamado arte (Hegel dixit) pero el enfermo lleva
años siendo cadáver. Es la crónica de una decepción anunciada, culpa quizás de
nuestras elevadas (léase críticas o estéticas) expectativas. Madrid no solo no
tiene playa (vaya vaya), tampoco bienales o anuales; aceptémoslo y evitemos
multiplicar sin necesidad más entidades comerciales en el futuro.
Uno de los elementos discordantes dentro del mercadillo de
los marchantes que es ARCO y que quizás (solo quizás) podría justificar
nuestras exigencias de actualidad y curaduría es la presencia de países
invitados; curioso formato, por cierto: juntar bajo un mismo techo a agentes
contables de una nación y marchantes. Churras con merinas. Sería como si en el
recinto ferial de Medina del Campo, entre carniceros y sacacuartos, hubiera
delegados oficiales de la pérfida Albión.
La
diplomacia de las invitaciones, ahora como en tiempos del Cesar Carlos, tiene
razones que la razón ignora, pues este año el bienvenido es Finlandia y nadie
sabe por qué; hablan de paridad de género, según parece en Helskinki tienen la
mayor tasa de mujeres artistas, pero suena a chiste malo: solucionar problemas
estructurales del patriarcado importando norteñas como si en estas tierras no
hubiera mujeres con problemas dentro del circuito. No jodas. Hablan de atraer
coleccionistas escandinavos, pero la táctica de darles a los visitantes del
IFEMA lo que ya tienen parece llamada a fracasar.
Hagamos una prueba: ¿irían hasta Helsinki para comprar
chorizo ibérico (léase Mateo Maté)? Y del mismo modo, madrileños: ¿estarían
dispuestos a pagar cuarenta euros para ver las mismas galerías llevando las
mismas obras, business as usual? Pues eso.
El muestrario de artistas foráneos no está --con todo-- mal
y se agradece que haya uno solo por galería. En Arhava me llamó la atención Forest
Square, el trabajo medio cubista que plantea Antti Laitinem haciendo
geometrías con materia prima natural. Son comerciales, en el mejor sentido del
término, los lienzos de gran formato que Leena Nio decora con motivos animales;
si hubiera pasta y lugar, yo mismo me haría con el Excaparate Routes que
expone Forsblam. No podían faltar las locuras vikingas variadas, cortesía este
caso de Mia Hamari, una chavala con una navaja en la mano, reduciendo un tronco
de madera a virutas y serrín; a su alrededor, en Forum Box, esculturas que
parecen muñecas jugadas y usadas por niñas hasta el báquico desmembramiento:
sayonara, piernas y brazos.
El premio a la obra de riesgo se lo
lleva, sin embargo, Anna Rokka y su tremenda instalación a base de moluscos,
junto con cristales quemados y ecos del Norte, hecha site specific para
Sinne, una fundación sin ánimo de lucro destinada a promocionar la trayectoria
de jóvenes creadores finlandeses (Rokka es de 1986). Un escaparate como ARCO
tiene cierta gracia por estos momentos de visibilidad, la transparencia del
artista que apunta maneras, un nombre que escuchas por vez primera o las copas
con amigos; la luminosidad del ricachón comprando, talonario el mano, la
cultura plástica ajena, no merece tanto la pena verla.
[Publicado originalmente en A*Desk. 22 de febrero de 2014.]
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