19 de marzo de 2014

Algo presuntamente interdisciplinar que (no) verás de nuevo

Los museos se han vuelto la última frontera del cine y del teatro dizque experimental, toda vez que ambos campos tienen sus altibajos de público en las salas, mientras las ganas de fosilizar sus productos y convertirlos en objetos de colgar y mirar siguen igual de vivas que siempre en el pecho de prohombres del archivo infinito como Manuel Borja Villel (véase la exposición de José Val del Omar en el MNCARS como constatación —en este sentido— del dictum: museo y mausoleo tienen algo más en común que la eufonía); pero este maridaje desigual adolece de problemas conceptuales. «El problema con las artes escénicas es que basta con separarse un poquito del modelo teatral de La venganza de don Mendo para que te metan en ‘danza u otros’, ese cajón de sastre donde todo vale», me declara en anónima entrevista un miembro fundador de Perro Paco, un blog de crítica de teatro cuyo estilo rompe con los criterios de análisis complacientes (cuando no meramente publicitarios) que maneja la inmensa mayoría de revistas de críticas del campo. 
Bajo el inhóspito epígrafe de ‘danza u otros’ estuvo precisamente en el MNCARS el pasado jueves la (¿bailarina?, ¿performer?, ¿actriz?) Cláudia Dias. A sus cuarenta y dos años (dato nada baladí como veremos más adelante), esta portuguesa natural de Lisboa tiene a sus espaldas una importante trayectoria caminando sobre el canto de la navaja de los géneros escénicos, trasegando entre la improvisación de nuevo cuño y lo puramente interdisciplinario, primero en calidad de integrante del Grupo de Danza de Almada (1990/97) y luego en el colectivo Ninho de Víboras (1997/2004), dando por conocida y descontada su formación (ahora sí: como bailarina) en la Academia Almadense y el papel que tuvo en el desarrollo de la estrategia de creación escénica en tiempo real que acuñara su maestro, Joao Fiadeiro, que consiste en realizar una ejecución que trascienda el instinto del momento pasajero para abrirse a una peculiar forma de autonomía que estriba en asumir lo dado por el entorno y conceder la iniciativa creativa a los mismísimos espectadores
Por si no quedara aclarado, leamos las palabras de Fiadeiro: «para ser verdaderamente libre, es necesario que pueda elegir; para elegir, es necesario que tenga hipótesis; para encontrar hipótesis, es necesario que comprenda el problema; para comprender el problema es necesario que tenga tiempo para hacerlo; para tener tiempo para comprenderlo, es necesario que inhiba mi tentación de actuar por impulsoComo dijo Kant: la libertad que consiste en obedecer a la inclinación del instante fugitivo no es propia de un sujeto racional, sino en todo caso de un cochinillo segoviando dorándose a placer en el horno. Afortunadamente (o no) el trabajo reciente de Claudia Dias se aleja de estas coordenadas para profundizar en el sotacaballorey de la obra teatral de bajos vuelos, capaz de abundar en universales antropológicos utilizando elementos alegóricos y un anzuelo mediático como —por ejemplo— la posición que detenta Portugal en el concierto de las naciones: pocos actores, un buen texto y palante.
El trabajo presentado en Madrid, Vontade de Ter Vontade, es un ejemplo perfecto. Por pocos actores entiendo en esta ocasión la propia Cláudia Dias recorriendo un camino de arena compactada que a todos visos simboliza la existencia humana como tránsito y mudanza mientras ella enumera (¡tan largo me lo fiáis!) los años que tendrá hacia 2050 y la iluminación volviéndose tenue y  apagándose para terminar. Por un buen texto cabe sospechar que la enumeración de una serie de trayectos posibles por encima de la cartografía colonial y geológica, hasta estelar que compone nuestro tiempo presente, empezando por los PIGS y terminando por el Reino de los Cielos, quizá pueda pasar por un buen texto si no fuera por las bromas sacadas de Wikiquotes para solaz y mayor gracia de gente que se mesa el mentón muy fuerte (Claudia Dias le pregunta a Dios: «¿Existe vida antes de la muerte?»). También parece gratuita la referencia en el programa de mano a Tony Judt (el historiador neolaborista) y a Boaventura de Sousa Santos (intelectual flotante del brasileño Partido dos Trabalhadores) como si fueran los presuntos inspiradores de la estereotipada visión que transpira esta pieza sobre política exterior. En descargo de ambos debería indicarse, como toda obra de ficción señala, que todo parecido con la realidad es inopinada coincidencia

Ah, se me olvidaba: al final hubo baile. Un contundente intermezzo donde Cláudia Dias estuvo moviendo las caderas al ritmo de cierta música latina removiendo con los pies la playa, poniendo una distancia cínico-irónica respecto de su discurso y finalmente escarbando un ‘bujero’ donde enterrar y guardar las bragas.

[Publicado originalmente en A*Desk. 19 de marzo de 2014.]

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